Por: Andrea González Rodríguez
Bogotá
es una ciudad de contrastes: mágica y fantasiosa, pero al mismo tiempo cruel y con
una carga de realidad abrumadora. Esta urbe colonial posee lugares de los más
variados tonos. En sus rincones, tras una buena búsqueda, se pueden encontrar los escenarios perfectos para
contar sinnúmero de historias sin importar su género o tema: la clave es saber
buscar.
En
mi caso no llegué al lugar perfecto para una historia de terror, el lugar llegó
hasta mí. Me alcanzó a través de una fotografía tomada por el celular de un
entusiasta estudiante con la idea de filmar allí un cortometraje de horror. Era
una casa escondida tras altos muros blancos cubiertos de publicidad barata ya
rasgada, que coincidían en una verja negra de antaño que separaba lo que
parecían ser dos mundos: uno moderno en el que el ruido y los transeúntes de la
ciudad siempre están presentes frenéticamente, y otro mundo que pertenece al
pasado, que parece haberse quedado estancado e inmóvil en un silencio que solo
es roto por el viento.
Esta
casa es especial, una pieza rara y escasa de antaño que contrasta ampliamente
con las edificaciones modernas de la zona. Su arquitectura de tipo republicano
hermosa y señorial que denota un diseño realizado con sobriedad y buen gusto
que crea una combinación perfecta con sus vidrios rotos, el musgo que quien
sabe cuanto tardó en colonizar la piedra del balcón en el jardín y de las
agujas del pino que nunca nadie recogió.
Este
lugar ubicado en pleno corazón financiero de la ciudad, en la carrera séptima
con calle setenta, es invisible para la mayoría de los transeúntes no tenía
ninguna identificación aparente: no tenía dirección a la vista ni un nombre más
que el de ´Casa Abandonada`. Sin esos elementos cada vez era
más atractiva por ser uno de los pocos misterios que aún quedaban sin resolver
en el mundo, o por lo menos en mi mundo.
Antigua dirección de la casa: carrera 7 #70-40 |
Cualquiera
podría decir que casas antiguas hay por doquier en Bogotá, que solo hace falta
tomar un transporte hasta el centro para embriagarse de ese pasado que aún
permanece, pero no sería lo mismo. Este
espacio fue reclamado por el olvido y el abandono, sus puertas cerradas encierran
el enigma de su apariencia interior, es decir, el aspecto de los espacios donde
muchos vivieron y quizá murieron y por tanto un trozo de sus historias por
contar.
Con
esta casona el transeúnte que la admira puede, sin esforzarse mucho, imaginar que es el hogar de demonios,
fantasmas, sombras sigilosas, es decir, criaturas de la oscuridad de todo tipo
o incluso no es del todo descabellado pensar que allí se cometió algún crimen misterioso
o que algún aquelarre y otros grupos se reúnen allí en secreto para realizar
sus prácticas paganas.
Este
lugar es casi irreal y por lo tanto inquietante. El observador se siente incómodo
al estar en su presencia porque le evoca la sensación de ser observado, la
ansiedad de querer conocer que hay allí adentro y al mismo tiempo el temor de
ser atacado por una amenaza invisible, un peligro indefinido que se oculta en
su interior, quizá una criatura monstruosa o un psicópata listo para matar de
nuevo.
También
el abandono de este escenario lo hace perfecto para cualquier historia de
terror: sus rincones oscuros y sus altos muros le dan un aire imponente, que se
potencia por su arquitectura que recuerda las mansiones de estilo gótico, es
decir, los primeros escenarios del género. La estética de esta casa no es una
creación planeada o artificial, es el producto del total abandono, trae la
ficción a la realidad, quiebra el orden natural de la ciudad y por ello logra
producir emociones en quienes observan la construcción.
Cuando
me decidí a por fin a visitar este lugar, el hechizo y la ilusión no se
rompieron, se hicieron más fuertes y era necesario investigar seriamente que
pasó allí. La ignorancia es la felicidad y lo corroboré al darme cuenta de que
esta casa era famosa y polémica, que su misterioso pasado en realidad no lo era
y que lo que creía era una mentira. Sin embargo lo que encontré no me
decepcionó.
Villa Adelaida en la actualidad |
Esta
quinta fue construida en 1920 por el acaudalado Agustín Nieto Caballero y
nombrada en honor a su esposa como Villa Adelaida. Aunque hoy parezca imposible
esta propiedad estuvo en sus inicios a las afueras de Bogotá, en un terreno que
antiguamente solo albergaba pequeños bosques y matorrales que los primeros
capitalinos solían explorar en sus tiempos de ocio, por lo que la zona rápidamente
se convirtió en un lugar de recreo.
Sus dueños originales la
ocuparon como sede provisional del Gimnasio Moderno, fundado en 1913 que
proponía un cambio en la educación colombiana, y también como sede de la
Legación de México, pero debido a problemas financieros en 1930 pasó a manos de
Alfredo Camacho. Camacho que la renombró Villa Viola, en homenaje a su propia
esposa. En ese entonces nadie se imaginaría que el nuevo nombre quedaría
relegado a ser solo una referencia en los archivos de la ciudad y que por el
contrario Villa Adelaida pasaría a la historia como su único nombre formal,
pese a quedar empolvado en la memoria del colectivo bogotano.
Más
adelante en 1970 el español Manuel Abajó
que fue luego acusado de narcotráfico utilizó la casona como bar: el Barón
Club. Nueve años más tarde se transformaría en sede del famoso restaurante El
Gran Vatel hasta 1989 o 1990. Más adelante entre 1992 y 1994, Holguines S.A. anunció una restauración para convertir
la casona en un hotel, pero la obra jamás inició. Diez años más tarde, en el
2006 Contexto Urbano quiso convertirla en centro comercial, pero debido a presiones
de los habitantes del lugar simplemente construyeron un estacionamiento para
vehículos a su alrededor.
La propiedad se encuentra rodeada por edificios y un estacionamiento |
Este dato me devolvió a la realidad: el tiempo no perdona y
la casa en ruinas no solo poseía esa belleza decadente, también estaba en una
situación vulnerable: era posible que desapareciera, que se derrumbara sobre sí
misma y se perdiera para siempre. Tristemente a nadie parece interesarle
conservar un patrimonio tan importante como lo es esta quinta, declarada
patrimonio cultural en 2004; tanto así que le ´robaron` terreno para montar un
negocio y tener ganancias inmediatas. Lo que antes fue un patio que albergó
vida ahora es solo una capa de concreto fría y dura en la que nada volverá a
crecer.
Alianza Fiduciaria S.
A., quien estableció allí un estacionamiento que administrado por Parking
System de Colombia, al parecer es el dueño actual del terreno y la
construcción. Otros afirman que pertenece a Inmunizadora de Maderas del
Oriente, Fideicomiso ADM Suscriptores, Concreto, y Arquitectura y Concreto,
quienes están aliados con los encargados de construir el pasaje comercial
autorizado en el terreno: Holguines S. A., Contexto Urbano y, Sociedad Bonilla
y Arboleda.
Fuentes
Ojeda Perez, R., & Bueno Gil, F. E. (julio-diciembre
de 2012). “Villa Adelaida”, inmueble de interés cultural bogotano. ¿Es de
valor histórico o económico? Traza, 6, 84-101.
Clúa, I. (2008). Género y Cultura Popular: Estudios
Culturales I. En I. Clúa, Género y Cultura Popular: Estudios Culturales I
(pág. 390). Madrid, España: Edicions UAB.
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/C/casona_villa_adelaida_se_recuperara/casona_villa_adelaida_se_recuperara.asp
http://www.publimetro.co/opinion/villa-adelaida/lmkllk!IKjZ9lB388V8w/
http://www.eltiempo.com/colombia/bogota/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10282951.html
http://portel.bogota.gov.co/portel/libreria/php/x_frame_detalle.php?id=16321
http://www.portafolio.co/opinion/blogs/507-palabras/bogota-ruinas
http://www.caracol.com.co/noticias/bogota/se-revive-el-polemico-proyecto-de-villa-adelaida-en-bogota/20090313/nota/777899.aspx
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