jueves, 24 de octubre de 2013

EL ESPECTRO



Universidad Sergio Arboleda Lenguaje                                                                                                    Lenguaje Cinematográfico                                                                                                                      Christian Martínez                                                                                                                                    Comunicación Social y Periodismo  

Una historia de nunca acabar


                                  FOTO: CHRITSIAN MARTINEZ

Bogotá es un lugar lleno de contrastes, donde los ricos  viven a unas cuantas cuadras de los  pobres, ya que es evidente que las fronteras imaginarias entre los barrios no están tan distantes el uno del otro. El lugar más adecuado para resaltar este fenómeno  sería el barrio el Codito ubicado en la capital colombiana.

El Codito se encuentra al norte de Bogotá, exactamente en la localidad de Usaquén donde a simple vista  las diferencias no solo son económicas sino sociales, ya que se encuentran desde bandas criminales, hasta de microtráfico, sicariato y extorsión. Pero  el drama central de  esta historia no son las clases sociales, sino en aquellos que no tienen oportunidades para  salir  adelante en  una sociedad, que día a día sus círculos se van haciendo más complejos y duros de penetrar.

Una consecuencia de esta negativa, es al acceso a la educación y al progreso, es la guerra por el control de zonas con el fin de adquirir un territorio lleno de fronteras invisibles donde se evidencia el claro deceso de un barrio que en sus promesas no ha logrado encontrar el éxito.  En esta caso  especialmente se centrará en dos pandillas lideradas por dos hombres  ambiciosos, líderes  y que en algún momento fueron visionarios para mejorar la situación actual de su barrio, específicamente el Codito. 

Estos dos hombres de 23 y 25 años  son los protagonistas de varios delitos en los cuales se destaca: homicidio, reclutamiento de jóvenes  para las pandillas, “ollas” de drogas, deserción de jóvenes en los colegios distritales de la zona, con el fin de cometer delitos.

Sin embargo el giro más impactante en este relato es  cuando uno de ellos, el líder de la Banda “Perros Rabiosos” considerada como una de las bandas  más poderosa. En el Codito ve como uno de sus eternos rivales se podrían denominar como ‘aliados’, excusa para ascender en el escalafón de los criminales, sin embargo lo que no sabía Oscar Pérez Jaramillo de 23 años, era la traición  que se venía en curso por parte de Los Perros Rabiosos. Una vez traicionados, Los plomo Jackson, Jario Castro se convierte no solo en el cabecilla de una nueva banda delincuencial, conocidos como los “Perro come Perros”.

Pero el plan perfecto de Castro, tendría un pequeño defecto y es que no contaba que Jaramillo, saldría con vida de esta traición, peor aún con una sed insaciable de  venganza  que tal vez no acabaría hasta ver a  su   peor enemigo muerto, ya que él lo ha dejado en un mundo “cerrado”, sin “oportunidades” y lleno de muerte.

Lleno de odio en sus venas, Oscar conocido como el Viejo Abue, iniciara un grupo de delincuencial, mucho más eficiente y eficaz, donde pondrán en aprietos a Jairo y sus secuaces y quienes llevaran el nombre de los rabiosos caídos.

Transcurrido 6 meses  de guerra donde los encuentros se realizaban en los parques, centros comunales, y colegios, parecía que este infierno no tendría fin, ya que cada día más jóvenes eran reclutados, asesinados y desplazados por sus vínculos con las bandas además de su apatía hacia ellas.  
La policía quien intenta poner fin una carrera delincuencial no es más que un actor más en esta guerra, ya que en el transcurso de estos meses las bandas han logrado comprar altos cargos de la policía.


La guerra continua involucrando más gente, políticos, guerrilleros, entre otros con el fin de demostrar quién manda a quien y quien cae primero, para dominar el Codito y además expandir su territorio.


Universidad Sergio Arboleda Lenguaje                                                                                                   Cinematográfico                                                                                                                                       Lynda Guedes                                                                                                                                       Comunicación Social y Periodismo  

La casa de la muerte



No hay lugar con más sangre, muertes e historia como la calle 13 entre carreras 31 y 32. Desde 1925 este lugar es mítico en la capital. El Matadero Distrital no solo alberga ganchos y cuchillos, sino también vivencias.

Sombrío, pero siempre recordado como una insignia de la industrialización de Bogotá, el Matadero es el lugar perfecto para una historia de terror, suspenso y muerte. Un terreno amplio para sacrificar, despellejar, limpiar y empacar carne que para este caso no sería de ganado, sino de personas perseguidas por un hombre con un completo desorden mental y metido en una de las historias más memorables del cine, la de Jason. 

Desde 1993 está clausurado y las ruinas no se han hecho esperar, y antes que la Universidad Distrital lo conviertan en biblioteca, este es el escenario perfecto para la persecución por parte de aquel hombre completamente loco.

Pero ahí no solo transcurre la historia, pues el lugar propicio para un desarrollo y final de la trama sería la estación del Ferrocarril de la Sabana de Bogotá. Con más de cien años de historia e igual que el Matadero con vivencias.

Allí es el lugar adecuado para que el protagonista de la historia viva el final de su locura, pues no solo se enfrenta a la historia ferroviaria de la ciudad, sino que también el de los recuerdos que iniciaron su trastorno mental.

Y quizás un papel fundamental para el desenlace de la historia es el de uno de los que por motivos de suerte quedo vivo en donde empezó la masacre, es decir en el Matadero, pues hay que ponerle fin a un asesino en serie y nadie mejor que aquel que perdió a algunas de las personas que más quería por culpa de personas que nunca conoció y de una que por motivos de la vida se encontró y resultó ser un completo loco.

Gabriel Suárez y su mejor amigo Oscar Arciniegas llegados recientemente a Bogotá desde Arauca. En su arribo a la capital pisan lo más emblemático de la ciudad, el centro capitalino, lleno de historia. Llegados a Bogotá conocen a una mujer, María Chaparro, quien los invita a quedarse en su casa, un inquilinato administrado por un hombre de unos 45 años, este lugar está ubicado a pocas cuadras del Matadero Distrital.  

Al llegar al inquilinato el administrador del sitio, Luis Ochoa, un hombre que presenta desórdenes mentales a raíz de los abusos que sufrió desde temprana edad se obsesiona con los dos visitantes de María. 

Al llegar al inquilinato los dos hombres comienzan a examinar el lugar, y sobre todo la habitación de María. No paso mucho tiempo, pues apenas unos días después Ochoa era amigo de los dos araucanos que no sospechaban lo que pasaría al anochecer de ese día. 

Hacía la media noche, Ochoa salió de su cuarto, con un abrigo que le llegaba hasta los tobillos, en todos los bolsillos lleva cuchillos y un golpe seco en la puerta donde están durmiendo los tres jóvenes inicia la noche más larga del Matadero en la que solo uno sobrevive.

El golpe solo es el inicio de una carrera que durara tres horas y terminara con la muerte de Gabriel y Oscar en el Matadero descuartizados y con María perpleja del susto escondida dentro del mismo lugar en espera de poder escapar a lo que ella creía era su salvación, la Estación del Ferrocarril.

Allá María entiende que correr de Ochoa solo postergara su muerte, pero no la evitara del todo. Y en ese momento decide ir en contra de todos sus principios y acabar con la vida del asesino de los dos visitantes a la capital de forma que a pesar del trauma ocasionado por lo sucedido se asegura de que  nadie más sea asesinado por un hombre resentido por la violación de su padre y la muerte trágica de su madre. 




Por: Carolina Pérez Téllez

Después de ver a su novio besar a otra mujer y tener una fuerte discusión, Susana salió ofuscada  a las 2 de la madrugada de la discoteca Buffalo, unas de las más conocidas y concurridas de un pequeño pueblo llamado Madrid.

La joven de 21 años empieza a caminar por las calles oscuras en las que se encuentran algunas casas y establecimientos cerrados, por las ceras se ve pasar personas que están bajo el estado el efecto del alcohol. De vez en cuando pasa un carro o un taxi, pero ella no toma ninguno de los vehículos debido a que no tiene un peso para pagar uno que la lleve a su casa que queda en el pueblo aledaño,  Mosquera, que se encuentra a tan sólo 5 minutos en carro, pero caminando aproximadamente a unos 45 minutos o una hora.

Dejando a un lado las calles habitadas por los madrileños, la delgada mujer, de cabello negro y largo, tez blanca, empieza a caminar por la zona fronteriza entre los pueblos, que cuenta sólo con una extensa carretera deshabitada, complemente oscura, la cual es iluminada ocasionalmente por los vehículos que transitan, en la cual se pueden observar grandes bodegas, cuyo interior se encuentran desocupado y sólo hay mercancía triada de todos los rincones del país, al mismo tiempo estás están rodeadas por extensos terrenos desolados y oscuros cubiertos por la espesa neblina de la madrugada que no permite ver nada.


Mientras avanza en la oscuridad, la mujer decide quitarse los tacones porque le están maltratando los pies, que guarda en su bolso aprovechando al mismo tiempo para sacar su celular de éste con la intención de llamar a su casa o a un amigo para que la recojan, pero observa que está descargado, por lo tanto lo vuelve a poner en la cartera y continúa caminando descalza, mientras se santifica bajo el llanto y la desesperación.

Después de caminar unos minutos aparece de repente un carro que se detiene al lado de ella, en el que vienen dos hombres entre los 23 y 25 años,  uno de ellos le dice a Susana que suba al carro rojo y destartalado, y agrega que una mujer tan bella no puede andar a esas horas por ahí exponiéndose. La mujer, nerviosa los ignora y sigue caminando, los hombres le insisten y pero ella se niega.

El copiloto, un hombre de contextura gruesa, cabello oscuro, al igual que los ojos, se baja del auto y la coge a la fuerza, la mujer empieza a forcejear y este le propicia un puño que la deja noqueada. La sube al carro y emprenden su camino hacia una casa en el municipio de Mosquera.

Mientras se dirigen al lugar los hombres le suben a la música y siguen drogándose. El hombre que la entro al carro va al lado de Susana en la silla trasera, aprovechando que la mujer no tiene fuerzas para defenderse empieza a tocarla, mientras ella a duras penas se opone debido a que está prácticamente inconsciente por el golpe. Trata de quitar las manos del hombre de su cuerpo, pero éste cada vez la coge con más fuerza y empieza a besarla.

Al llegar a la casa en la que iban a continuar con el festejo, el conductor se baja, un hombre bajito, ancho,  de rasgos indígenas, abre el portón de metal color blanco, que al abrirlo hace un ruido estruendoso que podría despertar a los vecinos, así que entran el carro rápidamente para que nadie alcance observar o sospeche algo. Al cerrar la puerta los dos hombres bajan a la mujer que está más consciente e intenta oponerse, dándoles patadas, puños y mordiscos.

Entran a la sala de la casa que es alumbrada por una pequeña lámpara que casi no ilumina, en el lugar se encontraba una alfombra sucia, un sofá viejo y percudido.  Ponen el volumen del equipo alto, para que no se escuchen los gritos de la mujer. Mientras toman y le ofrecen a Susana, que no hace sino llorar y suplicarles que la dejen ir, los hombres se ríen entre ellos. El copiloto la acuesta a la fuerza en el sillón y la empieza a manosear, después de bajarle los pantalones a la joven y tocarla se baja los de él y empieza a violarla. Susana entre gritos, llanto y dolor, se trata de defender pero esto es inútil.

Después de terminar el primer hombre el otro hace lo mismo, a diferencia de que éste termina con la vida de la mujer. Cuando termina de abusar de la mujer, ponen sus manos alrededor del cuello de la ella y la asfixia, por más que la joven trata de impedirlo no lo logra y muere.

Los hombres toman el cuerpo de la mujer nuevamente y lo suben al carro. Se dirigen nuevamente a la vía principal donde recogieron a Susana, un kilómetro más adelante donde se encuentra la entrada de Mosquera, tiran el cuerpo en un caño frente a un conjunto residencial. Ninguno de los habitantes y de los vigilantes del lugar alcanza a observar lo que está sucediendo por la oscuridad.

A la mañana siguiente el cuerpo es encontrado por un hombre que pasa en  una bicicleta por el lugar. La policía acude al punto donde se encontró el cadáver de la mujer, al igual que medicina legal, cuyos funcionarios hace el respectivo levantamiento del cuerpo.

Desde el día del asesinato de Susana, los habitantes del conjunto, en especial los que viven enfrente del lugar donde se halló el cuerpo de la joven, dicen escuchar los gritos y el llanto de una mujer. Otros dicen que se les aparecen en las casas vestida de blanco y con el cabello largo cubriéndole parte de la cara. Los vigilantes del conjunto dicen que ven en las cámaras el espíritu de la chica deambular sin rumbo fijo.

La muerte de Susana quedo impune, debido a que las autoridades nunca dieron con los asesinos de la mujer. Y la joven víctima de estos agresores, deambula por la zona donde hallaron su cuerpo, tratando de buscar paz y que se haga justicia.

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