viernes, 25 de octubre de 2013

EL MAS ALLÁ


Por: Stefania Ramirez Peña


Mientras cae la tarde, una pequeña lluvia cae sobre este cementerio donde yacen miles de cuerpos, miles de almas deambulan a la espera de que alguien no los olvide, miles de almas que son cuidadas por un grupo de hombres vestidos con trajes azul oscuro. Entre ellos Genaro Bastias un hombre de 62 años, estatura media y quien ha entregado su vida entera a “sus amigos los muertos” como él se refiere a ellos, sus años ya se le notan en las arrugas que se encuentran en su rostro, un rostro que ha tenido que vivir en compañía de estos hombres que están en tumbas dormidos para siempre.

Pasan las horas y la tarde se hace aún más oscura, más triste, más fría, entre los senderos mojados se encuentran niños, hombres y mujeres muertos por alguna circunstancia desconocida. Al caminar se siente el miedo, se siente la nostalgia de estos seres que ya no están en la tierra, estos seres del más allá que hoy solo el recuerdo dan. Entre más caminamos sobre estos angostos pasadizos más tenso se vuelven los pasos y más historias cuenta Genaro Bastias, quien asegura que en las noches se ven a través de las cámaras estas almas volando sobre las tumbas, se escuchan sonidos y asegura que muchos de sus compañeros han abandonado este para él su mejor trabajo.

Noche  tras noche estas almas salen de sus lugares de reposo para encontrar una compañía en Genaro mientras son cuidados por este hombre quien debe todas las noches con una única compañía revisar que no hayan personas de este mundo aun en el cementerio, su compañía es la linterna.

Durante sus turnos nocturnos asegura que él siente los fantasmas que deambulan cerca de él; el frio se apodera de su cuerpo, los nervios se salen a flote  y una extraña sensación se empieza a notar, sin embargo él le reza a Dios y le encomienda como todos los días la noche que debe pasar con estas personas de blanco.

Entre misterios, rosas rojas, tumbas desgastadas, fantasmas del más allá y lápidas con cuerpos sin vida, todas las noches este hombre debe dormir por rato con una única compañía los muertos.


Entre los angostos pasadizos de este cementerio se reúnen familiares a llorar a un ser querido que ha perdido, entre llanto, lluvia, música, flores y una multitud de personas llega una caravana a despedir por última vez a un ser que ya no está aquí, un ser que ya está más allá, allá donde todas las personas de blanco se reúne para jamás volver. Una mujer de negro, piel blanca, lentes negros y con una rosa roja se para frente al ataúd se arrodilla, eleva su cabeza al cielo por las gotas de lluvias que caen  y mientras se escuchan alaridos de los demás esta tira la rosa hacia el ataúd. Mientras ponen la lápida los alaridos se hacen más fuertes y el lugar se pone aún más tenso, mientras tanto don Genaro dice “esto pasa todos los días”, al terminar los familiares se van, la mujer se sube a su auto y por su puesto Gabriel Antonio Rivera se ha ido, ahora será una compañía de Genaro Bastias durante las noches heladas de Bogotá.

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